La empresa que se escabulló tras devastar el litoral peruano
Cómo causar un derrame petrolero del tamaño de París —y salirte con la tuya—.
En enero de 2022 se vertieron 11.900 barriles de petróleo en la costa limeña del mar de Ventanilla, en Perú, provocando uno de los peores desastres ecológicos que ha azotado a la capital. Sucedió cuando el buque italiano Mare Doricum, contratado por la empresa energética española Repsol, estaba descargando petróleo crudo en las tuberías submarinas de la refinería La Pampilla.
El petróleo crudo cubrió una superficie del tamaño de París. Más de 1.500 pescadorxs de comunidades costeras perdieron sus medios de subsistencia y la capacidad de mantener a sus familias. Se encontraron muertos unos 300 pájaros, incluyendo algunos de especies amenazadas, tales como el pingüino de Humboldt.
Ante los daños inmediatos e irreparables a miles de hectáreas de zona costera marina y las vidas de innumerables familias que dependen de la costa para su sustento, ¿qué hizo Repsol?
Nada.
Bueno, eso no es del todo cierto.
Primero, informaron de un derrame mucho menos extenso del que realmente sucedió. Cuando no se pudo ocultar la verdad, culparon a las olas irregulares de hacer que el derrame fuera “inevitable”.

Ahora están enzarzados en un tira y afloja legal con el gobierno peruano. Si bien la ley peruana responsabiliza a Repsol de la limpieza y la indemnización, la inestabilidad política del país y la falta de aplicación efectiva de la ley impiden que haya justicia real.
Y mientras las empresas siguen pasándose la pelota, no hay compensación ni limpieza alguna a la vista para lxs pescadorxs que han estado sin trabajo durante meses.
Ni para los miles de pájaros que siguen ahogados en petróleo, medio año después del derrame.
Tampoco para las hectáreas de zonas protegidas de importancia local, que ahora se han vuelto tóxicas.
En los días que siguieron a la catástrofe, la gente salió a la calle para exigir justicia y acciones para descontaminar el entorno. Pero Perú históricamente no ha tenido mucho éxito en conseguir que las grandes empresas se hagan responsables de la contaminación que han causado.
Ahí es donde entra en juego una sólida ley de diligencia debida de la UE.
Al establecer obligaciones estrictas para prevenir y poner fin a los daños, la repetitiva historia de la negligencia empresarial termina aquí.
Hoy, el petróleo es menos visible, pero su impacto tóxico persiste —y así permanecerá hasta que las leyes autoricen a las personas a pedir cuentas a empresas como Repsol—.
Por eso estamos haciendo de la justicia un asunto de todxs.